¿Qué tiene Europa que la guerra nos destroza de tarde en tarde? ¿Por qué en su suelo se han dado guerras de alcance mundial? Son preguntas que me hago a menudo cuando veo como está el panorama y este, ahora, es desolador. Haces unos años, no tantos, que la guerra de los Balcanes nos parecía algo insólito, inesperado, absurdo si se quiere, en un tiempo en que parecía que lo que se estaba desarrollando era algo del pasado, pero no, fue tan real y devastador que al contemplar las escenas de los campos de prisioneros nos retrotraían a la Segunda Guerra Mundial. Parece ser que las ambiciones de los tiranos sigue anidando en el corazón de personajillos que deciden sobre la vida de miles de ciudadanos. Hoy Ucrania es la nación que llevamos en el corazón, y hoy, por desgracia, hay que seguir clamando por esas vidas inocentes, pero mañana puede ser cualquier otra. Mientras, Europa hace lo que puede, que nos parece poco porque el tirano sigue haciendo de las suyas. Y los meses pasan y el invierno nos deparará escenas aún más terribles; cierto es que las consecuencias de esta guerra las sufrimos todos, pero no nos engañemos, no como ellos. Y otra vez vergüenza de esta Europa amordazada,
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Puerto Banús, Costa del Sol (Málaga)

Foto: Bárbara

Foto: Bárbara

Foto: Bárbara

Foto: Bárbara
En el Costa del Sol, concretamente en Puerto Banús, la vida parece fácil. El mar se nutre de gasolina de los yates, las terrazas a rebosar de gente «guapa» que toma «flûtes» de champagne para desayunar y que lucen el bronceado dorado con desgana; se diría que el mundo se ha parado en este rincón del paraíso solo para millonarios. Los yates se alquilan a precios desorbitados para el resto de los mortales, pero en otros lugares el paro y la desesperanza nos avergüenza al contemplar tamaño despilfarro. Y, ojo, no me equivoco, de sobras sé que las cosas son así y que por desgracia seguirá habiendo estas diferencias abismales. Pero sería bonito pensar en un equilibrio más justo…
Je suis Bruxelles

Rogier van der Weiden: «Descendimiento de la cruz»(detalle). Óleo sobre tabla, c. 1443. Museo del Prado.
Cuando la percepción de Europa se encuentra en sus niveles más bajos, acrecentado por el abandono de los refugiados a su suerte, un nuevo golpe de los terroristas a su centro nos deja sin aliento. Sin duda a los yihadistas les molesta y mucho nuestro modo de vida, nuestra libertad, la libertad de expresión y la democracia que, sin ser modélicos, es por lo que hemos luchado muchas generaciones. Desgarra ver las escenas y el número de víctimas, y también, en los campos de los refugiados, a esos niños que se han pintado en la piel su rechazo al terror que imponen esos bárbaros; no quieren que se les confunda con ellos y que, ante el terror, se les meta a todos en el mismo saco. Ellos también huyen de ese terror. No lo olvidemos. Ahora es cuando necesitamos todos más Europa y la unidad de todos los pueblos.
HOY TODOS SOMOS BRUSELAS.
Idomeni, la otra frontera. (Los ojos de Khaled)
Idomeni, la otra frontera
(Los ojos de Khaled)
Estoy sola, perdida sin tus ojos en este tren que avanza hacia la noche. Y en este ir, la bruma confunde la línea del horizonte y transforma los campos en un mar inexistente. Taladraste mi cerebro: ¡Van a cerrar las fronteras, vete, Sara, vete!. Me empujas y me empujas y no quiero ir. Y me subes a este tren y ¡debo esperar a Houda! Sara, vete! Tu voz se apaga como una llama y ardo de dolor. Estoy sola, Khaled, perdida sin tus ojos en ese paisaje que se desliza. La máquina que silenciosa se dirige hacia el oeste tira de mi corazón que correría hacia el Este: hacia Macedonia… hacia ti, hacia vosotros.
Nunca debió ocurrir. Nunca de nuevo aquí; jamás en ningún lugar del mundo. La guerra, y yo lejos sin poder estar; lejos de la barbarie y queriendo estar con vosotros y sin poder. Y aun protegida por los cristales que lloran, aun así, oigo; y bajito, para no dolerme demasiado, acompaño a la voz que acuna el silencio de los gritos. Y me consuela cantarme, cantarte a pesar de los gritos que nunca dejo de oír. Y tú, mala madre, Europa, sin corazón, te pudres desde hace años, sin oídos, sin entrañas. La noche es un caracol ciego que repliega sus ojos; a mi pesar estoy en su centro, justo en la última vuelta de su concha, cuando la espiral se vuelve pequeña, porque no sé donde más podría estar tan a cubierto. Cuando cesa la canción, no sé para donde volverme. Afuera, frío; dentro, peor que la muerte, tan helada. Sola, sin tus ojos, perdida y loca por buscarte sin remedio, desesperada en este tren que avanza hacia la noche. Delante de mí, el cristal y la palabra FRONTERA; y el cristal donde se reflejan los inocentes como polillas desvalidas en las que late un corazón pequeño y caliente. Pienso en los niños; es por que pienso en los niños, que grito sin sonido para no despertar a los muertos, y me tengo que acunar, cogerme entre los brazos para poder soportarlo. ¡Y creímos estar a salvo de esa barbarie! Un olor hediondo avanza con este tren a gran velocidad, y los gritos de los niños, de las mujeres, de los ancianos. Ese coro que se repite, que se repite, que se repite: ¡Niños en Europa! Muertos. Asesinados. Muertos.
Estoy sola, Khaled. Perdida. Sin tus ojos, estoy sola, Khaled, perdida sin tus ojos…
Barbara García Carpi
Los refugiados rechazados por Europa
Desconozco el autor de esta escultura, cuya fuerza nos habla de tantas cosas: emplazada bajo el sol y el cielo azul, al lado del mar, en el puerto, que evoca tantas rutas; no se puede ignorar por su imponente presencia. Un hombre derrotado, desnudo, cabizbajo, herido en su dignidad, recogido sobre sí mismo, con la mirada fija en el suelo, impotente. Cuando la vi, me sentí sobrecogida y golpeada. Y te tienes que parar, clavada en el suelo, y te dan ganas de abrazarla… mientras la gente pasea entre los barcos y las gaviotas.
Y SIENTO VERGÜENZA DE SER EUROPEA.
Y siento vergüenza por ser europea. El gran mito de Europa se nos ha roto definitivamente. Ya se me rompió cuando Europa bombardeó la antigua Yugoslavia, mirando para otro lado, cuando se masacraba a los albaneses. Ahora, los miles y millones de refugiados que intentan salvar la vida claman, pero Europa, con su política de mercachifles, está sorda y ciega. Y me da vergüenza cada día, porque los vemos atrapados como animales y Europa solo sabe poner alambradas. Y pagar, eso sí, para que Turquía se las apañe !Qué Vergüenza! Y solo me viene a la mente la frase de «El año que vivimos peligrosamente», la que dice y martillea sobre el teclado con desesperación el fotógrafo, después asesinado: ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos hacer? ¡Qué podemos hacer!
Rectificación: Buscando al autor de la escultura, me entero de que es un homenaje a las víctimas del terrorismo, pero es realmente lo mismo, salvo que este terrorismo es un terrorismo de Estado; la realidad es tan dolorosa la una como la otra; el desamparo, el mismo, las vidas que se pierden en el camino son las mismas. La magnífica obra es de Víctor Ochoa.
¿Qué se puede hacer…?
Gritar y gritar hasta que los tímpanos de los que se hacen los sordos se queden sin sonido.
¿Se pueden controlar las fronteras ante las oleadas de personas que huyen del hambre, de la represión, de la guerra? Ayer la primera medida a nivel europeo era reforzar las fronteras para evitar el mal llamado «efecto llamada» y por otro lado la no aprobación de mayor presupuesto para la ayuda de los también mal denominados «emigrantes», es decir, seguir con las políticas de los últimos años cuya eficacia ha sido nula; medidas cicateras y nada solidarias. Lo que se está produciendo en el Mediterráneo es una catástrofe de proporciones inhumanas que va ha aumentar de forma exponencial. Ya no es un problema que afecta solo a Europa, incapaz de solucionar o tomar medidas eficaces, tampoco atañe, por lo visto a Naciones Unidas; ¿a quién entonces? Si estamos metidos hasta las cejas en la globalización que nos hace vulnerables, ¿para qué queremos la puñetera globalización, cuando la vida de miles de ciudadanos importa poco o nada? No se toman medidas a nivel global, sino solo cuando las «mafias financieras» lo consideran oportuno y necesitan espoliar nuestros bolsillos; entonces sí, todos somos ciudadanos de un mundo global. Pero ellos, carroñeros ante la tragedia, miran hacia otro lado mientras las mujeres embarazadas tienen que parir en una patera, cuando los niños se ahogan o mueren de hipotermia… ¡qué más da si son negros y hay muchos! Vergüenza. Y horror.
Hace tres años, frente al palacio de los Medici, en Florencia, un grupo se manifestaba contra la tragedia de Lampedusa; no se hizo nada y ahora son miles los condenados, los que se arriesgan a morir en el mar porque en sus países de origen ya están muertos. Vergüenza, vergüenza e impotencia…, pero algo hay que hacer aparte de indignarnos; como poco, salir a las calles y gritar hasta que los tímpanos de los que se hacen los sordos se queden sin sonido.
La luz contra el oscurantismo… París, 11 de enero.
Miro ese rayo de luz mientras sigo en directo la marcha republicana que se desarrolla en París, que se ha iniciado en la place de la Republique, que llena la Place de la Nation, la place de la Bastille, el boulevard Voltaire… y en todos los rincones de Francia, en Londres, en Berlín… Una marea de más de millón y medio de personas en París en defensa de los valores republicanos. TV5Monde retransmite la emoción de los ciudadanos en esta marcha histórica: políticos, judíos, agnósticos, musulmanes, católicos, policías, el pueblo unido en un único mensaje, todos los ciudadanos en su condición de franceses laicos antes que nada: es la marcha por la libertad. Un gran mensaje de solidaridad en esa respuesta gigantesca. Reforzar la seguridad es necesaria, pero sin menoscabo de la libertad. Hoy es un día importante. cargado de emoción; acabo de oír el testimonio de un joven: soy francés, soy judío y soy policía et je suis Charlie… la luz contra el oscurantismo.
Salvaje atentado contra la libertad: Je suis Charlie Hebdo
No solo contra la libertad de expresión, va más allá, es un ataque contra todas las formas de libertad en un país laico donde el acto religioso se mantiene como lo que debe ser, una expresión íntima y personal que permite a los ciudadanos la convivencia social con respeto y sin injerencias ni presiones. Es un ataque directo al corazón de la democracia. Es la barbarie de la intolerancia, del fanatismo religioso en nombre de la ira. Y me pregunto en nombre de qué dios… En nombre de dios, el hombre, durante siglos, ha cometido los actos más aberrantes, brutales y sangrientos para doblegar, esclavizar, someter, atemorizar… y se ha hecho en nombre de todos los dioses, de todas las religiones. Los dioses de la ira son los que el hombre ha instrumentalizado a través de los torquemadas.
Recuerdo la mezquita de París como un lugar hermoso, de paz y de sosiego, donde la conversación reposada se mezcla con el té bajo los árboles llenos de pájaros que vuelan libres desde las salas interiores, intercalando luz y sombra con sus trinos.
¿Será posible que algún día cada uno lleve su creencia, si la tiene, en su interior y sea capaz de demostrarla en actos de amor? Hoy por hoy nada más tranquilizador que un ateo.
Hoy todos deberíamos decir muy alto: Je suis Charlie.
La caída del Muro
Para los que tenemos ya unos años, el convulso siglo XX nos hizo partícipes de acontecimientos trágicos y Europa vivió la guerra fría y la partición de Berlín en dos. La perplejidad ante el hecho de levantar un muro, entonces, y el reparto arbitrario de unos territorios en función del resultado de la guerra que desangró a todos, nos sigue dejando perplejos 25 años después de su caída, porque seguimos levantando muros. Recuerdo perfectamente cómo vivimos, con qué alegría y asombro vimos como los ciudadanos de Berlín echaban abajo aquel muro vergonzoso; la torpeza del político de turno hizo que la gente se lanzara a la calle. Y nos sentimos pico y pala, uñas y carnes de aquellas manos que como podían destrozaban el bastión de la intolerancia, de la violencia callada. Berlín fue hace dos días una fiesta a la que todos nos sumamos. Y aunque feliz por esa conmemoración, sigo sumida en la perplejidad ante el hecho de que se siguen levantando muros a pesar de la lección que dio la ciudadanía… Y pienso en Palestina…
Libertad
Entre el dolor y la muerte que se sucede día tras día,
llego con tristeza a un nuevo miércoles de poesía, que hoy dedicaré a todos
los niños que están perdiendo su infancia y su vida, sin saber por qué.
Para ello, he elegido este poema corto pero tremendo, de
LUCÍA RUIZ BERNAL
Fotografía de AP Charles Dharapak
LIBERTAD
Aquel lugar parece desolado,
sabemos que hay niños escondidos,
con las antorchas encendidas, indóciles,
aún no han conocido la obediencia,
cuando se les habla de derrotas,
ellos sólo ven palomas que ametrallan el cielo.
Poema del libro Versos para derribar muros. Antología poética por Palestina.
2014 © chelopuente