


Fotos, Jero García
Las tortugas me parecen unos animales preciosos. No tienen prisa, van despacito y a su aire. Parecen imperturbables y tranquilos, y eso me gusta. Tuve una, hace muchos años, que se llamaba Emilia; a ella le gustaban mucho el tomate y la lechuga. Un día se cayó desde la terraza de un tercer piso y no se hizo nada, en realidad no se cayó por que fuera torpe, resulta que se metía en el comedero de la perra y esta le cogió ojeriza y un día le dio un golpe tan grande que la lanzó contra la barandilla de la terraza con tan mala suerte que se coló entre el espacio que quedaba, cayendo desde un tercer piso a la calle. Cuando veo una me acuerdo de ella, siempre con su casa acuestas; esa es una gran ventaja que nosotros no tenemos porque la roulotte no forma parte de nosotros. Si el tiempo cambia, pues para adentro y listo; que llueve, pues lo mismo. Así es y me parece envidiable. De pequeña quería ser tortuga como Emilia. Tras ese incidente decidimos que no podía convivir con la perra y la llevamos a un refugio para animales. Un día, viendo la televisión la vi, y estoy segura de que era ella porque como Emilia dormía en mi estudio llevaba en el caparazón una manchita de pintura…