
Foto, Jero
El término animalista, la verdad, no me suena bien, no me gusta, pero como ahora todo se simplifica estilo sajón, pues eso. Yo me siento defensora de los animales, los adoro, pero no me veo como «animalista», será por la edad. El caso es que me chiflan las tortugas y los caracoles, las dos especies tan tranquilas, llevando a cuestas su casa, lo cual me parece el summum de la inteligencia y progreso, y si no, piensen que son los únicos animales que van con su rulotte a todas partes. Que hace mal tiempo, pues adentro y listo. Por su forma de vida vegetariana, no hacen daño a nadie salvo a los tomates y a las lechugas; no sufren estrés, pues su andar lento contribuye a ello de forma importante. Sexualmente tampoco tienen aceleros, eso de aquí te pillo y aquí te mato, no, nada de eso, podían estar de coyunda horas y horas. En verano, en las noches calurosas los sacaba del terrario y los dejaba pacer a su antojo, los regaba bien y se quedaban en la gloria. De la vida sexual de las tortugas no sé nada, pues siempre que he tenido ha sido de una en una. Esta de la foto, que es tortugo, me la envía Jero desde Ceuta y, como es casi inevitable, se llama Legionario. Por qué digo esto último, pues porque una de las sedes de la Legión ha estado y está en Ceuta, ciudad que, dicho sea de paso, César Manrique dejó preciosa. ¡Y qué bonita su concha! Y conste que por naturaleza soy pacifista cien por cien.