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Albert Camus, 80 años

CAMUS

Albert Camus

Hoy hace ochenta años de la primera publicación de L’étranger, posiblemente la obra más conocida del escritor francés de origen argelino; esta obra que leí de jovencita me impactó y me convirtió en ferviente admiradora suya. Junto con Cortázar, Albert Camus es el escritor al que vuelvo una y otra vez; es lo que pasa con estos clásicos del siglo XX.

La Estirga de Notre Dame

LA ESTIRGA001

La Estirga: foto de Brassaï de1936

La Estirga

La Estirga de Violet le Duc

escruta la ciudad.

La Estirga chasquea la lengua y

los ojos de las mal llamadas gárgolas

se abren al infinito de la noche.

¡Y es un carnaval y un guiño

entre ellas y el jorobado!

Del libro » Los poemas de Nina» de Bárbara García Carpi.

Hammurabi

Le Louvre 9

Foto Bárbara. Código de Hammurabi, Museo del Louvre, París.

Hammurabi

Mientras tú girabas

en torno al código

yo me instalaba junto a uno

de los toros alados

empequeñecida, asombrada;

veía nuestros respectivos vuelos

¿porqué no? a través de

Mesopotamia.

Del libro «Cantos del Arpista» de Bárbara Carpi.

Lobo Lunar en el Sena

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Bajo el puente de hierro, bajo Le Pont aux Double, lobo miraba melancólico las aguas del Sena. El quai estaba tranquilo, solo a lo lejos se oían los últimos claxons de los coches que, de retirada, blandían las banderas de los distintos partidos que habían sembrado la noche de eslóganes. Los de Macron estaban eufóricos y los de Le Pen también. Todos felices y contentos. Cerca de allí, al otro lado del Sena, en el Hôtel de Ville todo dormía a pesar de los malos resultados, como si tras la tormenta saliera el sol a gusto de todos. Lobo, escéptico, creyó ver su imagen reflejada en el agua, a pesar de que el río de verdes esmeraldinas aguas, bajara sucio tras la contienda electoral.

París de fiesta

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Foto Elena Colomina

La Tour vestida de Comunidad Europea, La Tour de fiesta para celebrar la victoria electoral de Macron y lo que esto significa: la continuidad de una política que quiere una Europa unida y fuerte. Todos los gobiernos claramente europeístas lo celebran, aunque los hay que miran de reojo la subida de la extrema derecha con Marine Le Pen a la cabeza. Yo, como europeísta, celebro la victoria de Macron, pero no dejo de pensar en qué sucederá después de estos cinco años, ya que la izquierda por ahora no está ni se la espera… El tiempo dirá, pero es un buen momento para la reflexión por parte de todos los partidos, sin olvidar que la guerra sigue en Ucrania.

París en fiesta

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Foto, Elena Colomina

La Tour engalanada para celebrar la presidencia de la Comunidad Europea. Bella, eterna, ella símbolo de la Ciudad Luz, nos sigue enamorando; lo mismo de día que de noche. Siempre nos aguarda impasible como el refugio al que nos dirigimos, como el puerto que nos abriga. Eiffel, sin duda un genio, que regaló a las sucesivas generaciones esa estampa de Paris que llevamos dentro aún lejos, aunque pasen los años.

Maurice Utrillo, el pintor de Montmartre

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nº 1) Place des Abbesses, 1931; nº 2) Place de Saint Pierre bajo la nieve, 1935; nº 3) Casa Berlioz, 1914; nº4)Le Moulin de la Galette bajo la nieve, 1933-35; nº5) Le Lapin Agile, 1936-38; nº6) Retrato de Maurice Utrillo hecho por Suzanne Valadon, 1921; nº7) Catedral de Chartres, 1913.

La vida y la obra de este pintor francés está unido indisolublemente al barrio de Montmartre al norte de París, el barrio bohemio por excelencia. Hijo de la famosa pintora Suzanne Valadon, que no tuvo una vida nada fácil, y que comenzó posando para pintores como Toulouse Lautrec, Renoir y Degas antes de dedicarse a la pintura, sin padre conocido, fue adoptado por el ingeniero y pintor catalán Miquel Utrillo. Pronto, con 15 años, comenzó a beber hasta convertirse en uno de los borrachos «oficiales» del barrio. La bebida y la pintura van unidos en su vida. Utrillo forma parte de la llamada Escuela de París, cuyos pintores realistas están al margen de los dos grupos que por entonces capitaneaban Picasso y Matisse; esta escuela estaba sobre todo formado por pintores extranjeros como Modigliani, Marinetti, Soutine… en el periodo que va entre las dos guerras mundiales. Utrillo pintó todos los rincones de Montmartre, callejuelas, plazas, casas. Pintaba lo que tenía enfrente, allí donde ponía el caballete. Amante de la vida desordenada y nocturna, frecuentaba los prostíbulos y a las prostitutas cuya ayuda le sacó de más de un apuro. Junto con su madre y su amante, el también pintor André Utter, formaban la llamada Trinité maudite, famoso por sus excentricidades. El conocido cabaret de entonces, Le Lapin Agile, toda una institución, que todavía sigue abierto, no podía escapar de ser pintado por el pintor de Montmartre. Una vida llena de penurias, que su madre intentaba suavizar a sus espaldas. Cambiaba cuadros por comida, hasta el punto de que en todas las tiendas del barrio había utrillos y falsos utrillos, que una vez que este alcanzó la fama inundaron el barrio. Mucho tiempo después, cuando André Malreaux fue nombrado ministro de cultura de De Gaulle, mandó quemar todos los falsos que había en Paris, en la Placita de Ravignan de Montmatre. ¡Todo un homenaje! La vida de Utrillo cambió cuando se casó con una rica aristócrata viuda de un banquero, Lucie Valore. De esta manera terminaron las preocupaciones que tenía su madre Suzanne Valadon sobre el futuro de su hijo el día que ella faltara. Utrillo comenzó a triunfar una vez que pudo exponer en el Salón de Otoño de 1909. Respecto a su pintura hay que destacar un periodo, en el que se dedicó a pintar fachadas de catedrales como la de Reims o la de Chartres, donde se casó, llamado místico, o el periodo más relevante en el que pinta obras de pequeño formato, los cuadros blancos de Utrillo, en el que aplica el emplaste blanco con espátula al que añadía yeso, creando un color vibrante que da a este periodo blanco un aspecto único, como en la casa Berlioz donde destaca el encalado de las paredes con cierto aire cubista.

París, siempre París

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Para los amantes de París, este recorrido que nos hará soñar. Como si estuviéramos otra vez paseando por sus avenidas, sus calles del Barrio Latino, por Montmartre, por los Campos Elíseos, o comprendo en el Mercado de las Pulgas… y «Las hojas muertas» en la voz de Ives Montand, no se puede pedir más.

Modigliani

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Foto, Bárbara

Los Incorporales

Sobre la tumba de Modigliani

una rosa amarilla y ese gesto

que la sostiene.

La joven atrapada, se levanta

cuando alguien corporal invade

su ternura, su homenaje…

Al rato vuelve a su sepultura.

Y sin embargo

no ve a los otros…

Y la rosa amarilla y ese gesto

que la sostiene.

Del Libro «Los poemas de Nina» de Bárbara Carpi.

Las «Grandes » de Montmartre (II)

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Una calle de Montmartre, foto Bárbara.

Como ya dije en un post anterior, hablando de las mujeres importantes que jugaron un papel en el Montmartre de aquellos años dorados de «La Butte», hay que destacar además a Suzanne Valadon y a Mary Cassatt. Dos fuertes personalidades, cada una en su estilo

De Suzanne Valadon, como ya dije en su momento en un post, comenzó, por su belleza, como modelo de pintores como Renoir, Degas, Toulouse Lautrec…, pero su talento la llevó a realizar su primera exposición en la galería de Berthe Well. Su pintura es fuerte e innovadora, dedicándose con pasión al desnudo sobre todo masculino, algo nada frecuente en aquellos años para una pintora. Se la recuerda así mismo por sus excentricidades, qué menos en aquella época en que las mujeres estaban tan constreñidas. Se dice que tenía una cabra en su estudio y que abandonó a su marido, un rico banquero, para tener una pareja veinte años más joven que ella.

Mary Cassatt por su parte fue una importante mecenas, además de artista. El hecho de que en EEUU haya tantas obras impresionistas, se debe a su labor como intermediaria entre los pintores y las familias adineradas norteamericanas. Su relación con Degas fue clara e importante, pues no solo posó para él, sino que trabajaron juntos intercambiando sus respectivas experiencias como pintores. Está considerada una de las mejores grabadoras del siglo XIX, pero a pesar de ello no pudo entrar en la Academia de Bellas Artes por sus desnudos masculinos, ya que tenían vetadas a las mujeres que pintaban esas «cosas». Mon Dieu, quel horreur!