
Foto: Bárbara

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En el Costa del Sol, concretamente en Puerto Banús, la vida parece fácil. El mar se nutre de gasolina de los yates, las terrazas a rebosar de gente «guapa» que toma «flûtes» de champagne para desayunar y que lucen el bronceado dorado con desgana; se diría que el mundo se ha parado en este rincón del paraíso solo para millonarios. Los yates se alquilan a precios desorbitados para el resto de los mortales, pero en otros lugares el paro y la desesperanza nos avergüenza al contemplar tamaño despilfarro. Y, ojo, no me equivoco, de sobras sé que las cosas son así y que por desgracia seguirá habiendo estas diferencias abismales. Pero sería bonito pensar en un equilibrio más justo…
¡Cuánta razón tienes, Bárbara! Aunque tengo la sensación de que estar rodeado de gente tan superficial y poco auténtica debe ser, si no un infierno, al menos un purgatorio. En el pecado tienen la penitencia.
Debe ser como tú dices… al final una vida sin sentido. Me alegra mucho tenerte por aquí , Joaquín.
Un fuerte y cariñoso abrazo.