Sylvia Plath

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YO QUIERO. YO QUIERO

Abriendo la boca, el pequeño dios inmenso,

calvo a pesar de su cabeza infantil,

pidió a gritos el pecho de su madre.

Los dos volcanes secos se cuartearon y escupieron,

la arena abrasó los labios sedientos de leche.

El niño dios pidió entonces sangre a su padre,

que puso a trabajar a la avispa, al lobo y al tiburón,

Y luego ideó el pico del alcatraz.

Sin una lágrima en los ojos, el inveterado patriarca

creó a los hombres de carne y hueso,

púas en la corona de alambre enrojecido,

espinas en el tallo de la rosa encarnada.

«Poesía completa». Edición de Ted Hughes. Traducción de Xoán Abeleida. Bartleby Editores. Madrid 2008.

La prematura muerte de Sylvia Plath, a los 31 años, no ha impedido que sea considerada una de las grandes poetas del siglo pasado. Sylvia se suicidó metiendo la cabeza en el horno de gas mientras sus dos hijos jugaban en otra habitación. Es la primera obra póstuma a la que se le concedió el premio Pulitzer. Este volumen que recoge toda su poesía fue reunida en 1981 por su ex marido, el también poeta Ted Hughes.

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