
«Tulipanes en un jarrón», 1892

«El jarrón azul oscuro», 1880

«Vaso con flores», 1900-03
Paul Cézanne, el padre de la pintura moderna, se sintió atraído por las naturalezas muertas y por los bodegones. En el primer lienzo, destaca la superficie de la mesa desde la nueva perspectiva, levantada hacia el espectador, brillantemente equilibrada por las piezas de fruta a la izquierda. Las pinceladas, sueltas, de diversos tonos, del fondo y del mantel presagian una forma de dotar de vida lo que antes podría ser un fondo plano. Y el jarrón, mitad vidriado del mismo color que las ramas verdes de la composición, unifica el conjunto de forma magistral, sin olvidar unas luces más claras que hacen vibrar el conjunto. Y, coronándolo todo, el rojo de los tulipanes… Realmente soberbio.
Picasso decía que, para que un cuadro funcionara, todos los colores utilizados debían estar en todos sitios a la vez Eso nos lleva a la reflexión y a analizar de esta manera las obras de arte. Desde entonces yo lo hago y debo darle la razón; de esta manera, el equilibrio es perfecto, pero conseguir hacerlo ya es otra cosa.
En el segundo cuadro, Cézanne pinta la superficie del jarrón con flores; no se trata de que estas se transparenten a través de él, sino que añade ese detalle para volver, de otra manera, a unificar el conjunto oscuro y que, por tanto, no podría transparentar el interior… brillante.
Y por último, este cuadro muy empastado abre paso con ese tejido floral a lo que después muchos utilizarán, como Matisse con sus telas con arabescos en sus odaliscas. Curiosamente este cuadro, por el tratamiento de la pintura, me parecería a simple vista anterior a los otros, aunque no sea así.