Joan Miró en su estudio de Son Abrines, 1977.
Tuve la suerte de conocer a Joan Miró y a su mujer a finales de los sesenta. Fue una mañana de domingo a la salida de una misa de doce; yo estaba pasando unos días en casa de unos familiares en Palma de Mallorca, que vivían en La Bonanova. Mis parientes, de edad avanzada, eran católicos practicantes y me pareció lo más correcto acompañarles; a la salida de la misa saludaron muy cordialmente a un señor mayor muy risueño y a su mujer, los dos de pequeña estatura y de aspecto encantador. Nos paramos y estuvimos un rato intercambiando impresiones sobre la salud y el buen tiempo que hacía. Era una radiante y soleada mañana de verano; de él me llamaron la atención sus pequeños ojos azules, vivos y risueños. La misa se celebró en una pequeña ermita de la Bonanova, situada en la parte alta de Palma desde donde se ve el mar. Los ojos del pintor eran como aquel mar que se divisaba a lo lejos. El matrimonio Miró vivía muy cerca de nosotros, también en la Bonanova. Cuando nos despedimos me dijeron que era Joan Miró. No me lo podía creer; luego, con los años, he constatado que los grandes hombres suelen ser los más sencillos, los más humanos, los que no tienen que presumir de nada.
Qué privilegio conocer a un artista con tanto talento y sencillez, Bárbara.
Un abrazo para ti desde Niza.
Sin duda alguna lo fue, pero quizás lo que más me impacto fueron esos ojos de mirada limpia y tremendamente bondadosa.
Un abrazo grande, querida Bella.
Que grata experiencia haberlo conocido, siendo además vuestro vecino. Esos ojos translucieron, sin duda la persona de Joan Miró. A través de la mirada, reflejamos con transparencia nuestro presente, pasado y futuro.
Un abrazo tan grande como la España misma.
Fue muy bonito; sobre todo comprobar la enorme sencillez de un gran artista, Parecía un payés, un hombre de campo, sencillo y natural con aquella mirada limpia, curiosa como la de un niño. Ciertamente trasmitimos lo que somos a través de los ojos, esas ventanas del alma.
Un abrazo igual de grande, querido amigo.
Durante la mayor parte del artículo he pensado que se trataba de ficción y que lo aclararías en cualquier momento. Menudo privilegio.
Me gusta lo que dices de su sencillez.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
Fue algo muy bonito e inesperado.Mis familiares los conocían desde hacía años y ella que era enfermera jefe del hospital de Palma alguna vez fue a atenderlos por alguna urgencia como buenos vecinos que eran; antes las personas tenían una relación más cercana, es una pena que las costumbres cambien.
Un abrazo.