Hacía muchos meses que no llovía y el carácter desértico de nuestro paisaje se iba apoderando, como algo inevitable, de nosotros; de madrugada la lluvia hizo cantar a los cristales de las ventanas y hasta el viento que se filtraba por entre las maderas olía a campo, a tierra de otras latitudes…
¡Estas fotos son espectaculares! Y el repentino oasis en el desiero 🙂 debe ser una experiencia fascinante (supongo que en los Monegros debe pasar lo mismo…pero sin cactus
¡Es lo que tiene el B&N! Los Monegros deben impresionar en su aridez y desolación… Muchas gracias, guapo!