Lo cuenta el mismo Julio Cortázar en «Cartas a los Jonquières». Un día, estando en un bar de la Place Pigalle, se le ocurrió su epitafio, que rezaba así: «Julio Cortázar, cualquier ranita le ganaba». Este epitafio críptico, -ignoro su significado- no se llegó a utilizar, pero ahí queda como curiosidad.
Sí que es curioso: a lo mejor, lo único que pretendía era, precisamente, hacernos darle vueltas
E incitarnos al juego que tanto le gustaba!
Ranita, ranita… No, tampoco caigo yo por más vueltas que le doy (es lo que tienen los genios: a veces juegan con los que no lo somos para simplemente invitarnos a jugar).
Creo que has dado en el clavo, el juego es lo que más le gustaba. ¡Qué mente más prodigiosa!
La verdad es que me habría gustado jugar con él y con Einstein y con… En fin, un abrazo.
¡Y a mí, con todos esos genios que alumbran el pensamiento y las artes… el mundo sin ellos habría sido un fracaso en grises! Un abrazo, estimado José Ángel.