Rapsodia precoz que alcanzaba los linderos, Lobo reconoció a la legua los rasgos diferenciales; suspiró y después vomitó o suspiró las resinas y el ámbar dorado de los amaneceres, y decidió posponer el asunto para mejor momento; unos cuantos ciclos entre la manada y listo.
La vio venir adjetivando revuelos, ondas, remolinos rojos… el amor brujo y sus trenzas bajo lenguas de fuego; ¡uff, el cannabis de la abuelita traidora…! El clic en el cerebro y caput: listo para la siesta de la que no se volvía intacto.
C’est une constallation si dangereuse, les deux planétoides, comme dans un cauchemar –
… comment on fait un «i à deux points» ? ->
planétoïdes 🙂
Bonjour, Fredonezmoi !
Oui, un couchemar presque diabolique !
Je ne sais pas… hahaha
Merci beaucoup pour le passage !
¡Eres genial, Bárbara! Dejas un texto abierto a muchas indagaciones (y divagaciones). Me ha hecho mucha gracia la abuela de Caperucita drogando al lobo con cannabis (un bromista te preguntaría «¿qué fumaste hoy?» 🙂 )
Jajaja… me divierte mucho dar una vuelta de tuerca y pensar que el lobo es una victima de la malvada abuelita y de una coqueta Caperucita… fumar fumar lo que dice fumas solo tabaco, soy antidroga; la vida es demasiado bonita como para perderse algo.
Un beso.
Tienes toda la razón. Vale la pena beberse la vida a tragos (me parece que lo decía Victor Manuel en una de las estrofas de «Cómicos»), aunque a veces éstos sean amargos.
¡Filósofo ! Hay de todo, pero los amargos nos hacen más fuertes y más personas.
Un abrazo de lunes.