A Julio Cortázar, maestro de maestros: Felicidades por el cincuentenario de la primera publicación de “Historias de Cronopios y de Famas”. Hace poco más de un año, cuando en París se sentía la alegría contenida por la contestación en el mundo árabe, por las manifestaciones en las calles, por la llegada desde Viena de Mohamed el Baradei para participar en la manifestación del viernes 28 convocada por el movimiento del 6 de abril en el Cairo, busqué inútilmente tu tumba en el cementerio de Montparnasse. Hacía mucho frío y lloviznaba; los letreros tan altos y mi visión de topo no hicieron posible localizarte. Un ángel en la rotonda, que debía ser luciferino, se reía cada vez que me veía dar vueltas y vueltas. Cansada y decepcionada dejé sobre la tumba de Serge Gainsbourg unas flores de lavanda secas. Pensé en Saignon, ese pueblecito del sur, de la Provenza donde tu casa era lugar de encuentro de gente magnifica seductora de letras… Y tú el gran mago que las inventabas todas.
En su libro “El arte contra la estética”, Antoni Tàpies -otro que se nos ha muerto; y ya van… casi todos- citaba unos versos de Walt Whitman:
“Creías que eso eran palabras; esos trazos rectos, esas curvas, ángulos, puntos?
No, eso no son palabras, las palabras substanciales están en la tierra y en la mar,
están en el aire, están en ti”.
Las palabras, sí, están ya en ti, SON TÚ. Gracias por compartirlas con nosotros.
Me dejas sin palabras y qué se puede decir después de oír a Walt Whitman y de recordar a Tàpies que era un filósofo, un místico que bebía del arte oriental, que huía de todo lo accesorio de lo que no fuese esencial. Remercies.
Hablando de Cortázar y de la palabra, nada mejor que el texto de la conferencia que Don Julio pronunció (si damos por buena la fuente) en el centro cultural Villa de Madrid en 1981.
No tiene desperdicio y en estos tiempos que corren resulta más oportuno y vivo que nunca:
http://lists.indymedia.org/pipermail/cmi-peru-impresos/2006-June/0703-yo.html
Esta conferencia que no conocía es un regalo para todos.No dejemos, pues, maestro Cortázar, que las palabras enfermen ni que se cansen. No nos cansemos de avanzar como entes sociales, de profundizar como individuos en el contacto con los semejantes.