El agua llegaba a los lavaderos desde arriba, porque el río circulaba rodeando la montaña y serpenteando hacia el pueblo. Las mujeres llevaban los canastos de ropa de dos en dos. Iban por el sendero de tierra cantando o parloteando; sus risas se oían casi desde las piscinas municipales vacías, ahora, en el invierno. Se había canalizado el río, ordenado y amansada el agua, que desde los caños surgía heladora. Las manos con sabañones, frotaban la ropa con jabón Lagarto, que hacía poca espuma, pero que era el mejor. El cierzo soplaba con ganas y los cantos subían de tono cuando el frío las atenazaba. Había que golpear la ropa con brío, como si su rabia se centrara en ese punto y no en sus condiciones de trabajo. ¡Y menos mal, dijo María, que han techado los lavaderos, que si no…! porque el cielo amenazaba lluvia. «Y si llueve, ¿dónde se secará la ropa? ¡Maldita sea!» . María «La Coja», a la vuelta, se emparejó con la Marta, que era más o menos de su misma estatura, que cuando iba con Ana «la Larga» todo el peso de la ropa mojada caía de su lado y eso si que no, que luego le dolía la pierna durante una semana. Cuando entraban en el pueblo comenzó a tronar y vieron un rayo encender la mañana que se había enfoscado. Con el peso de la ropa mojada llegaron a punto para tender la ropa en las falsas de las casas de los señores, allí donde se curaban los jamones y los chorizos al lado de las tinajas de las aceitunas y de los queso en aceite. En la cocina, María se untó las manos con manteca de cerdo; los sabañones la martirizaban como si hubiera hecho mucho mal en otras vidas, eso pensó, y cada vez se convencía más de que el purgatorio estaba aquí si es que ese invento de los curas existía.
Hermoso «Relato soñado», donde se puede ver el talante vital de las personas de los pueblos al realizar sus tareas domésticas, y donde también existía mayor contacto con la naturaleza.
La concepción de María sobre el purgatorio, es una interpretación lógica. analítica y crítica, muy veraz.
Muchas gracias porque en tu prosa, se puede revivir fielmente la línea del acontecer rural.
Un abrazo enorme y siempre pleno de afecto.
Esas mujeres que lavaban la ropa en el lavadero del pueblo junto al río las he visto en el pueblo de mis abuelos, donde algunos veranos los pasaba con ellos. Aún existen aunque ya no creo que nadie los use, por suerte. La vida en aquella época solía ser dura para las mujeres con escasos recursos. Ahora lo que me duele es la despoblación de la España rural. Los pueblos se vacían, solo quedan algunos viejos, porque los jóvenes marchan a las ciudades, a las grandes metrópolis soñando con un futuro mejor que allí no encuentran porque no hay trabajo. Si yo fuera joven volvía a cualquier pueblo, el futuro está allí en la naturaleza, lejos del estrés, las drogas y la desesperanza…
Muchas gracias, querido amigo. ¡Un abrazo enorme y toda la felicidad del mundo para el año que viene!