Fouché, apodado «el ametrallador de Lyon», tuvo mala prensa en su época. Salvo Balzac, ninguna pluma ilustre supo glosar su figura extraordinaria. Sin duda figura esta controvertida que Stefan Zweig resume así: «Cuesta trabajo imaginarse que el mismo hombre que fue sacerdote y profesor en 1790, saquease iglesias en 1792, fuese comunista en 1793, multimillonario cinco años después y Duque de Otranto algo más tarde». Ante la cuestión de la propiedad privada y eclesiástica, Fouché no se anda por las ramas: se manifiesta radical, socialista y comunista.
Terminaba el anterior apartado diciendo, siempre según Estefan Sweig, que el primer manifiesto comunista de la historia no fue el de Carlos Marx ni el «Hessische Landbote » de Jorge Buechner, sino la poco conocida «Instruction de Lyon» firmada por Collot d’Herbois y Fouché, la cual fue redactada por este último en su totalidad. Sin duda este manifiesto «olvidado» oportunamente por los socialistas habría que recuperarlo para reivindicar a Fouché como el primer comunista de la revolución; no fueron ni Marat, ni Chaumette, ni Robespierre ni Danton, aún remisos con el tema de la propiedad privada y eclesiástica, invulnerables, intocables, incluso para ellos.
Ce diable de Fouché adouberait-il pareille descendance ? 🙂
On peut dire … evidement assez!
¡Vaya trayectoria! Lo que me asombra es que pudiera sobrevivir a tantos «cambios de chaqueta» y encima estar todo el tiempo en la cumbre. En cuanto a los bienes privados y eclesiásticos, ojalá los revolucionarios franceses hubieran tenido más respeto a las personas y quizás menos a los bienes.
Debía tener una inteligencia endiablada y eso que se llama un buen olfato. ¡Y tanto! Gracias, Joaquín.