La galería de madera, típica del patio manchego, se abre a una terraza desde donde se ve la silueta recia del castillo de Belmonte. En el palacio del Infante D. Juan Manuel se alzaba otro castillo del que ahora solo quedan restos. Al amanecer, sentados en la terraza contemplamos el castillo de Belmonte envuelto en brumas; cuando se disipa la niebla aparece rotundo. Seguimos camino de Ávila donde nos esperan otras sorpresas.
¡Qué bonito, se respira una paz en esas fotos!
Paz absoluta.; eso es lo bueno de viajar fuera de temporada alta.
Me encanta la tradición de abrir estos palacios (y miradores) para el público. Son lugares únicos, que respiran paz y traen consigo algo desmurable de otros tiempos. En particular me encantaría visitar al castillo que has «captado» en estas imagenes. Muchisimas gracias por compartir.
Te ves tan pequeña a los pies del castillo; es realmente imponente y muy hermoso. Muchísimas gracias a ti, CC.
Un abrazo.