En esta espléndida naturaleza muerta se pone de manifiesto el gusto del pintor por las telas cuyos dibujos y arabescos, como es patente en sus «odaliscas», forman una detallada caligrafía que aparece tanto en sus composiciones de bodegones como en la decoración de sus «interiores». El rigor operativo de Matisse y su bagaje cultural los describe Apollinaire -el teórico defensor y apasionado de las vanguardias- con estas palabras: «El docto Matisse pinta con gravedad y solemnidad como si centenares de rusos y berlineses le estuviesen mirando. Si alguien se encuentra en su estudio él le catequiza y cita a Nietzsche y Claudel, mencionando también a Duccio, Cézanne y a los neozelandeses». Para Apollinaire el arte de Matisse sigue coherentemente hasta el final la poética baudeleriana de «lujo, calma y voluptuosidad». Siempre ocurrente el poeta Apollinaire, fue un lujo para «sus artistas».
El color rojo, uno de los colores preferidos de Matisse
¡Y qué bien lo utilizaba! Los fauvistas debían amar los colores de forma «salvaje»…
Gracias por el comentario y por seguir el blog.
Precioso cuadro y estupenda lección de arte. ¡»Nuestra» Bárbara ataca de nuevo, fantástico!
Jajaja, ahora ya nada me para! Gracias, Joaquín.
Un beso.