El gran artista suizo-italiano tiene su perro, como Picasso tiene su cabra (en sus diversas versiones). La superficie de sus esculturas parecen vibrar con el nervio de la vida; de forma irregular, como si pellizcara el barro, o con espátula pequeña sacando lascas, de la nada informe insufla el latido que nos paraliza por su realismo y nos admira por su enorme sentido de la percepción de lo sutil. ¡Genial ese perro!
Tienes razón, Bárbara, ha capturado muy bien el típico movimiento o posturas del perro. Lo cierto es que me gusta
Cada vez que lo veo me lleva al «galgo corredor» del Quijote…
Es curioso como, pese al material, resulta tan grácil y ligero. Imagino que eso solo lo puede hacer un gran artista.
Besotes, mi querida…
Tú lo has dicho! Es liviano y la esencia de ese tipo de perro… fantástico!
Un abrazo grande!