Nota sobre la herida mortal de Vincent. «Van Gogh. La vida». De Steven Naifeh y Gregory Whithe Smith.

"Autoretrato con sombrero de paja", Ámsterdam, Rijkrmuseum Vincent Van Gogh

«Autorretrato con sombrero de paja». Ámsterdam, Rijksmuseum Vincent van Gogh.

Las críticas del «Time», de «The Washington Post», de «The New York Times», de «The Wall Street Journal», y de «El País» entre otros prestigiosos periódicos consideran este libro como la biografía definitiva de Van Gogh. Abruma la bibliografía de este trabajo, que ha contado con la ayuda y el apoyo del Museo de Ámsterdan, aparte de correspondencia y documentos inéditos aportados por la familia. Los autores, galardonados con el premio Pulitzer por su biografía de Jacskon Pollock, dan forma y respuesta a muchos de los interrogantes que sobre la vida del pintor quedaban en el aire. Su lectura es apasionante y en sus 962 páginas se incluye un apéndice muy esclarecedor sobre el misterioso suceso de su muerte. El apéndice lleva por título «Nota sobre la herida mortal de Vincent». Debo decir que, en principio, me interesó sobre todo este apéndice, porque como lectora reincidente de las «Cartas a Theo» no me ha casado nunca la idea de que el pintor se suicidara; como tampoco el mito del pintor loco. De sus cartas se desprende un espíritu cultivado, torturado, con accesos coléricos, pero no de alguien enajenado. La defensa vehemente de su teoría artística denota un soberbio conocimiento del arte. Van Gogh, que había manifestado su rechazo al suicidio como un acto cobarde, no parece, con ese que se le atribuye, acto que alimentase el mito y acrecentase su leyenda, consecuente con sus ideas. Reveladora es la relación con su hermano Theo, que le sobrevivió solo seis meses. Me quedo con ganas de comentar cosas sobre esta obra, pero sería desvelar parte de la contribución que este bello libro aporta y sé que no debo. Importantísimo el papel de la mujer de Theo en la conservación de la memoria de ambos y en la publicación de las cartas.

Particularmente tengo otra visión sobre la relación de los dos hermanos, nada real posiblemente, solo basada en sentimientos e impresiones que volqué en un cuento largo, «La Arlesiana», hace de eso ya algunos años (licencias literarias o quizás un pelín de mala uva).

Para todos los amantes del arte en general, y del pintor en particular, este es un libro imprescindible. Conocer a Vincent viviendo con su hermano en el 54 de la rue Lepic, conocer la trastienda de Tanguy, los talleres parisinos, el ambiente literario, los años en la Provenza… un placer irresistible.

Jo, la viuda de Theo, hizo trasladar los restos de su marido desde Utrecht a Auvers, donde reposan los dos hermanos; en las lápidas reza: «Ici repose Theodore Van Gogh», «Ici repose Vincent van Gogh». En un lugar tranquilo sobre los trigales.

Este libro se publicó en octubre de 2012, por la Editorial Taurus. Madrid

19 pensamientos en “Nota sobre la herida mortal de Vincent. «Van Gogh. La vida». De Steven Naifeh y Gregory Whithe Smith.

  1. Magnífico autorretrato el que has elegido, Bárbara. No se puede expresar más con «menos»… El cuerpo es el fondo y el fondo, sin embargo, delimita magistralmente el cuerpo sin líneas que lo definan: trazos en el aire… Y esas gruesas líneas rojas…
    Mas ante toda esa magia, los ojos, la mirada… Son -es- él no mirando al espectador, sino a sí mismo… ¡Vincent puro!

    • ¡Esto es pintar! Con unas pinceladas magistrales se da vida a sí mismo; tienes razón, es pura alquimia. Das en la diana totalmente; el ejercicio de introspección al que se sometió toda su vida le causó mucho sufrimiento, pero por eso mismo es tan auténtico.
      A los genios -qué pena, se les llama locos- y a los sinvergüenzas, hoy, genios de las finanzas. Un beso.

  2. Hace un par de semanas, el escritor guatemalteco Eduardo Villalobos me relató una anécdota relacionada con el supuesto asesinato de Van Gogh. Se dice mucho sobre su psicosis maniacodepresiva, la cual yo padezco desde, no mi adolescencia ni mi juventud, sino desde la niñez. Sin embargo, no fui diagnosticado clínicamente hasta 2004, luego, precisamente, de un incontenible ataque de furia cuyas consecuencias pagó uno de mis compañeros de trabajo.

    En mi caso, la escritura me ha mantenido, y así lo digo siempre y sin temor alguno: cuerdo. Cuando se habla de locura en estos casos no se quiere decir con ello enajenación total. Así he llegado a verlo en verdad. La palabra manía es eso, pero debe ser bien entendida: un acto de locura. Reza el DRAE, en parte: manía. (Del lat. manĭa, y este del gr. μανία). 1. f. Especie de locura, caracterizada por delirio general, agitación y tendencia al furor. (Nótese: «tendencia al furor»)

    A mí nunca me ha avergonzado admitir que no puedo controlar mis delirios de grandeza, mi verborrea y la consecuente introspección que suele seguir a un «exceso» de alegría, amén de la furia incontrolable que pocos comprenden y que creen es producto de mala crianza, o las hasta 72 horas o más sin dormir. No, nada de eso. Eso sí, me causa tristeza no ser comprendido, no hallar empatía.

    En mis momentos de eutimia (eso me dicen), soy una persona agradable, con quien se puede charlar, y mi esposa asegura que soy sumamente cariñoso, humanitario y detallista. De hecho, quizás la mayor pena que llevo sobre mis hombros es la que me produce el darme cuenta de lo que hago y no poder hacer nada, o muy poco, para impedir que esas cosas sucedan, dada la naturaleza de este trastorno del estado de ánimo, o que la tristeza me trague y no me abandone aunque yo lo desee con vehemencia.

    Gracias por este aporte, aunque me habría gustado conocer más detalles.

    • Estimado Facundo:
      Tu sinceridad me ha impresionado. Es maravilloso que seas capaz de expresar tan bien tus sentimientos y lo que te pasa; por eso eres escritor. Entiendo que ella, la literatura, sea tu tabla de salvación como para todos los artistas. Tener una gran sensibilidad, una percepción exacerbada de la realidad conlleva muchas veces un sufrimiento que los demás no logran entender. Estoy convencida de que nadie comprendió ni entendió jamás a Vincent ni su familia ni su hermano ni los médicos que lo trataron. Lo más tremendo es que casi todos en su familia tuvieron accesos de cólera, de hecho su querido Theo terminó en un sanatorio mental, pero él era el «raro», él era el que estaba loco. ¡El alma es tan compleja! Un detalle muy significativo -para mí- es que Theo pretendió ser pintor y fracasó a pesar de ser marchante de los más famosos pintores impresionistas del momento y estar bien relacionado con los mejores galeristas y aun así no consiguió ayudar a su hermano -¿o no quiso?-, que pintaba como nadie antes lo había hecho. Sinceramente creo que comprarle pinturas de vez en cuando más que una ayuda era una humillación. Creo que todos fueron paternalistas con él de una forma muy cruel. Sus amigos fueron gente sencilla como el cartero Roulin de Arles y la familia de este o Milliet un subteniente zuavo… El mismo Gauguin lo trató con un desprecio insufrible.
      Perdona, Facundo, es que este es un tema que me subleva, no puedo llegar a entender que las personas podamos llegar a hacer tanto daño a otras.
      Muchísimas gracias por ese comentario tan sincero. Me considero muy honrada por contar con tu amistad, la mía ya la tienes para siempre.

      • Bárbara: tienes toda la razón en lo que dices. Nunca he compartido este dicho inglés o estadounidense: «sticks and stones can break my bones, but words can never hurt me» (palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras no pueden herirme». Las palabras (e incluso las miradas y los silencios) pueden ser más letales que una herida de espada o una lapidación. ¡Cuantas veces confirmamos la famosa frase atribuida a Hobbes (aunque también la he visto atribuida a otros autores) «homo homine lupus» («el hombre es un lobo para el hombre»). ¡Si sólo fueramos capaces de tratar a los demás como a nosotros nos gustaría ser tratados!

        Y no estoy hablando en términos teóricos: he visto personas muy cercanas a mi, con un corazón hermoso y sensible, destrozadas por el desprecio y la falta de consideración.

      • Gracias. Mis mejores amigos son quienes comprenden a quienes yo trato de comprender, como el buen Vincent.

  3. ¿Qué podría añadir you a lo que vosotros dos habéis dicho? Me encanta Van Gogh. Tus palabras, Bárbara, son tan seductoras que me dan ganas de ir mañana a comprar el libro.

    Totalmente de acuerdo con tu última frase. Ya llevamos demasiado tiempo llamando «espabilado» o «inteligente» al tramposo y al defraudador. Y esto a todos los niveles.

    • Hazlo, no te arrepentirás. El libro responde a muchas preguntas desde una vastísima documentación. Y es imprescindible para entender lo que se fraguó en París en los años en que era el centro del arte mundial. Gracias.

  4. Para Facundo: siento muchísimo lo que te ocurre, comprendo que tiene que ser muy duro. Pero, al menos, tienes conocimiento de lo que te pasa y puedes dar razón de ello. No me imagino lo que ha tenido que ser estar tanto tiempo sin un diagnóstico, siendo tratado como lo que no eres. Me quedo con la opinión de tu mujer. Y admiro tu valentía para compartirlo con nosotros

    Y si te sirve de algo, cuentas con mis oraciones y con mi simpatía. Un fuerte abrazo

    • Me sirve, ¡y mucho! Una palabra dicha en el momento apropiado y de la manera apropiada puede ser sanadora, más que los mejores ungüentos. Eso lo he comprobado y es un axioma de vida. Saludos desde Guatemala, América Central. JSC (Facundo)

  5. Merci, Barbara, pour cet article qui m’apprend qu’une nouvelle biographie de Vincent Van Gogh est parue. Je suis allée récemment me recueillir sur sa tombe au cimetière d’Auvers-sur-Oise et j’en garde un souvenir ému. Les toiles de Van Gogh me touchent infiniment…

  6. Merci pour ce partage, j’irais chercher cet ouvrage sans aucun doute ! Et je partage ton analyse sur la non folie ! C’est trop simple de déclarer fou les hommes passionnés par leur art.!.

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