Lobo Lunar estaba inquieto. Se acercaba la noche del trece al catorce de enero y sabía que es entonces cuando la luna llena, la primera del año, alcanzaba su plenitud a las 23:27. Era la Luna del Lobo. Por todos es conocido que, en las noches frías de enero, el aullido de los lobos se podía escuchar en los pueblos de Europa y América, y que en los pueblos anglosajones desde tiempos remotos, la Luna llena de enero se denominó «Luna después de Yule», el nombre dado a la Luna llena tras el solsticio de invierno. La gente creía que los lobos aullaban por hambre en invierno, pero Lobo Lunar lo hacía por que se acercaba el plenilunio y que entonces su astro se iluminaba y llenaba el cielo con una luz sorprendente y bellísima. Lobo Lunar sabía que las vocalizaciones de los lobos servían para comunicarse, reforzar vínculos sociales y coordinar la caza, pero él lo hacía por amor a su astro; salía de la lobera y sobre un risco aullaba y aullaba como nunca lo hiciera otro; después, cuando el astro intruso, el Sol, ponía otra luz al día, rendido, exhausto, volvía a la lobera cansado, pero consciente que otro año había cumplido con su misión. ¡Había reverenciado a la Luna del Lobo, su Luna!

Uns foto fantástica con una historia que no conocía. Un abrazo, querida Bárbara
Hace años que fantaseo con mi Lobo Lunar, un lobo que me inventé y al que le tengo cariño por ser bastante «lunático». Muchas gracias, guapísima. Un abrazo.
Genia. Las historias de lobos siempre son sugerentes; recuerdo, de niño, las que se contaban en el pueblo cuando el invierno les obligaba a acercarse en busca de comida.
¡Celebro que te haya gustado, estimado Julio! Muchas gracias por leerme. Un fuerte abrazo.