Foto Bárbara
Lobo Lunar dormitaba fuera de la lobera; el calor sofocante de aquel verano le anunciaba un hecho que por nada del mundo estaba dispuesto a perderse, por eso renunciaba voluntariamente al frescor de la cueva. Aquel calor, por otra parte, dificultaba un sueño reparador, de manera que de forma intermitente abría los ojos, miraba al cielo y suspiraba esperanzado. No sabía con exactitud cuándo iba a producirse aquel fenómeno y por ello su vigilia era inevitable y necesaria; tampoco tenía la certeza de si era algo cíclico o si todo fue un sueño que tuvo el verano pasado. Pero recordaba que del cielo caían estrellas en trayectorias imposibles y temió y salió huyendo espantado hasta que se dio cuenta de que allá arriba se celebraba la fiesta de la Luna.