A la vuelta del viaje había que retomar los hábitos cotidianos; hubo que regar las plantas, recoger a la perra, que vino más contenta que unas pascuas, y limpiar el habitáculo de los peces, un macetero bastante grande que nos hace las funciones de estanque; mientras se limpiaba, en un barreño de plástico, los dos peces de agua fría que habían sobrevivido a la razzia supongo que de un gato nocturno, se comportaban de un modo extraño: el más grande parecía enfermo y apenas se movía, el rojo nadaba a su alrededor y pasaba por debajo de él, no se alejaba ni le dejaba solo hasta que capté un beso cariñoso. A la mañana siguiente con el agua limpia y en su lugar habitual parecía mejor, aunque sigue sin comer. El caso es que ya llevan cinco años juntos.
De pronto me han venido a la cabeza Norman y Ethel (maravillosos Fonda y Hepburn) en ‘En el estanque dorado’.
Fabulosa foto.
¡Ciertamente, cinéfilo, maravillosa interpretación, película deliciosa!
Sabía que te iba a gustar.
Gracias, guapo y buen viaje.
que bonito!!! no nos dejan de sorprender los amigos de 4 patas… y sin patas tambien!!!
¡A que sí!!! El mundo animal es menos animal de lo que parece…al contrario que el de los seres racionales(?) de dos patas que a veces son muy bestias…
Gracias, Candide.
Los peces te mandan un beso!!!
otro para ellos!!! 😛
qué ternura!!!!! delicioso
Yo si no lo veo no lo creo…Ahora ya come y se ha espabilado del todo.
Gracias, guapísima.
Bárbara: eres capaz de poner sentimiento (humor o incluso un toque romántico) en todo lo que ves o tocas, incluso algo tan prosaico, en principio, como limpiar una pecera. ¡Desde luego, los ojos de tu alma no han perdido su agudeza! La foto, como siempre, estupenda.
¡Y eso que ya tengo la vista cansada, que si no..!!! Jajaja. Muchas gracias por ese piropo tan bonito, Joaquín. Los pequeños detalles cotidianos nos pueden hacer muy felices.
Un fuerte abrazo,