Vinagrillos.

Aparecen por todas partes, ahora entre los helechos, con sus flores amarillas. De pequeña me gustaba chupar sus tallos y cuando con el Instituto íbamos de excursión a Trepucó entre las tancas, siempre había alguno. Recuerdo un día en el que estando en el recinto prehistórico vimos un arco iris salir por detrás de la taula, enorme, y abarcar el talayot como abrazando el poblado. Parecía todo tan irreal y al tiempo tan hermoso que es una estampa que no podré olvidar nunca. A la vuelta, cerca del cementerio, unos pepinillos del diablo esparcieron sus semillas en todas direcciones a la velocidad del rayo. Y en la memoria todo junto, los vinagrillos, los pepinillos del diablo… y la taula.

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