

Al atardecer, la luz, sin contar con su anuencia, platea las hojas de la aspidistra; cambia el verde clorofila de la planta a su antojo y ese fenómeno, que es arbitrario y se produce rara vez, vez hay que pillarlo como a quien se coge con las manos en la masa. ¡Cosas de la luz, no hay que darle más vueltas!
En mi familia siempre ha habido aspidistras. Dan sensación de frescor. Las recuerdo en casa de mi abuela en el pasillo por el que íbamos al patio de su casa y también en casa de mi madre, pero ese fenómeno que cuentas nunca lo he visto y debe de ser precioso. Solo verlo en tus magníficas fotos tiene que serlo.
Gracias por compartir, querida amiga. Un fuerte abrazo.
No lo he buscado, lo he encontrado al atardecer y yo he sido la primera sorprendida; de manera que no tiene mérito, es pura casualidad, pero quedó bonito. En mi familia paterna también tenían aspidistras y una tía mía la llamaba «pilistra» y yo me partía de risa con ella. En las casas de Menorca, donde me crie, suele haber muchas porque aguantan muy bien en el interior y en la penumbra. ¡Muchísimas gracias, querida Marylia!
Mi abuela también las llamaba «pilistras» ajajjaja. Abrazo
¡Para mi que somos familia! Jajaja, qué bueno. Un abrazo grande.