El Tíber y la gaviota.

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Llegados a Roma, la gaviota, una de tantas, nos conduce al Tíber, a sus puentes. Las ciudades con río tienen ese encanto especial y pasear por sus riveras, despacio, contemplando el verdor es de lo más relajante. Por arriba es otro panorama diferente con un tráfico humano desmedido.

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