Les Deux Magots

Café «Les Deux Magots». Saint Germain. Foto: Bárbara.

Frente a la iglesia de Saint Germain el café «Les deux Magots», con su terraza llena de veladores, propicia bajo un sol primaveral un delicioso desayuno. Un camarero especialmente simpático contribuye a que todo sea más placentero. El día comienza perezoso a desgranar las horas sin premura. Los gorriones. acostumbrados a los cruasanes, no se apresuran. Los turistas esperan para entrar en la Iglesia; un mendigo con su perro se ampara en la sombra. El periódico sobre el velador repliega las noticias y dentro los dos Magots -figuras orientales- subidos, sentados sobre sus atalayas administran el tiempo silencioso.

6 pensamientos en “Les Deux Magots

  1. Me encanta la foto del café y tu preciosa y poética descripción. Siempre me han gustado este tipo de cafés donde no hay prisa: todo pasa a ritmo pausado, la vida puede saborearse sin apresurarse concentradamente, como un buen café y donde el pensamiento nace y fluye, lentamente, a su ritmo. La gente que entra y sale pone la imagen y la banda sonora que penetra en nuestros ojos y oidos, dulcemente, sin avasallar, dejando poso en la propia alma.

    No me extraña que tantos escritores encuentren refugio e inspiración en estos lugares. ¡Y cuánto me duele cuando desaparecen!

  2. Muy bellas palabras para acompañar a una bella fotografía. Has debido tener muy cerca a todos los contertulios que se reunían en torno a sus mesas antes o después de pasar por el «Café de Flore».

  3. En la mochila, sí; y en el imaginario de ese París de principio del siglo veinte con toda la intelectualidad que por allí pasaba: escritores, dramaturgos, filósofos, gente de la farándula, pintores, escultores, fotógrafos… todos poblando el silencio de ahora; y después en el «Café de Flore», justo al lado para terminar cenando en la Brasserie Lipps con solo cruzar la calle.

  4. Maravillosos lugares en los que las manecillas del reloj, como los brazos de un mago, crean la ilusión de que es el café el que se bebe al cliente.

  5. Y allí comenzaba la noche, después del día, y se bebían los unos a los otros y el café a ellos y ellos al café y por que se bebían y se fagocitaban tras debates y coloquios parieron obras inmortales de las que seguimos bebiendo y del café y el café de nosotros que seguimos pastando por esos cafetales de Saint Germain-des-Prés.

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