El pasado día 23, miércoles para más señas, amaneció despejado y, a medida que iba avanzando la mañana, la temperatura era de verano-verano; los turistas se iban quedando en camiseta y las quimeras en lo alto de Notre Dame se lo pasaban de lo lindo viendo ese trajín incesante de gente que sudaba y comía helados. Un sol de otras latitudes resbalaba sobre el cuerpo pétreo de las quimeras: las unas en cuclillas, las otras en actitudes risueñas, todas tomando el sol antes de que el Alcalde Delanoë inaugurara oficialmente las playas parisinas.

las quimeras aprovecharon bien…ahora están pasadas por agua… como ya anticiparon las salpicaduras del malandrin a las dos quimeras que tomaron asiento en su terreno a la hora del baño…
Hola abbevilla! No, si está claro que en cuanto nos vamos deja de hacer calor y comienza a llover y me da una rabia… Habrá que ir en el otoño. Un besazo para los tres.
¡Qué tonta no caí en lo del malandrín! Muy aguda y ocurrente como es natural en ti.Comentarios así me encantan.¡Lastima que estés tan ocupada! Un abrazo.
la prochaine fois se apunta el malandrín a las visitas de las quimeras… le gusta tanto la calle como a ellas!
Con el malandrín nos vamos a ver a las quimeras y a cualquier granja de Normandía, a ser posible con animales de granja y si hay cabras mejor. Un beso al malandrín que está para comérselo,