Regreso al quai de la Grenelle y amarre en el puerto del mismo nombre. Frente a nosotros todo el color del otoño enmarcan los rascacielos y muy cerca la replica del estatua de la Libertad inaugurada en 1889 que se erige a unos 11 metros en un islote del Sena.
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Reapertura de Notre Dame.

Ayer a las seis de la tarde Macron, el presidente francés, presidió la reapertura de Notre Dame tras el incendio declarado en abril de 2019. Cinco años y medio después, tras intensos trabajos de restauración junto al Sena, se ha culminado algo que parecía imposible, reabrir la catedral en un tiempo récord. En los cinco años que ha durado la restauración, el presidente francés ha visitado las obras en siete ocasiones y ayer, por fin, el Estado ha entregado el edificio a la Iglesia Católica. Más de cuarenta jefes de Estado han sido invitados entre ellos el nuevo electo presidente de EEUU Donal Trump y Zelenski. Macron y su mujer fueron recibiendo a todos y cada uno de los jefes de Estado en el «parvis» de Notre Dame adaptado para la ocasión con unas estructuras que les resguardaban del frío y de la lluvia. El arzobispo de París Laurent Ulrich golpeó con el báculo la puerta principal tres veces, tras lo cual se inició la ceremonia que constó de una parte civil y otra religiosa y que estuvo acompañada, en todo momento, por los cantores de la catedral y con todo el glamour del que hacen gala los franceses. Un dato curioso es que se han necesitado más de dos mil robles para reconstruir el llamado «bosque» de la cubierta. En el interior desfilaron los bomberos protagonistas destacados de la ceremonia civil. El presidente francés pronunció un discurso, en el que se remontó a otras épocas y donde destacó el papel, siempre, de los gremios de los artesanos franceses que han hecho posible, hoy, esta hazaña a través de más de doscientas empresas. Por su parte el arzobispo de París, presidió la ceremonia religiosa que constó de tres partes. En primer lugar el «despertar» del órgano, el más grande de Francia con más de 8.000 tubos y 116 registros, que no se quemó, pero que hubo que limpiar. En segundo lugar, el canto del oficio, con salmos y oraciones, y a continuación, impartió la bendición; finalmente el coro cantó el «Te Deum». Notre Dame lucía ahora blanca, más de lo que estamos acostumbrados a ver, pero con todo el esplendor de otros tiempos y, de siempre, del que habló Macron. Al final del acto sonaron las campanas y la Estirga y demás quimeras, desde lo alto lo celebraron a su manera.
Una travesía por el Sena. (I)





Un crucero por el Sena que comienza en el quai de Grenelle. Muy cerca de la Tour y de la estatua de la Libertad se encuentra atracado el barco, el Botticelli, hecho a la medida del hombre como a mí me gusta; con 150 pasajeros y dos cubiertas. Nada que ver con esos monstruos que surcan el Mediterráneo. La estatua de la Libertad de París es una replica de la de N.Y. Frederic Auguste Bartholdi fue el diseñador de la estatua, llevó el proyecto a N.Y. y se materializó en 1885 de la mano de Violet le Duc para celebrar el centenario de la declaración de independencia de Estados Unidos y como señal de la alianza franco francesa. La totalidad de la estatua de N.Y. fue realizada en Francia y se envió totalmente desmontada. Eiffel también participó en el proyecto construyendo la estructura de acero para la estatua.
Lo primero que vemos al llegar al muelle, además de lo dicho anteriormente, es el metro que pasa por encima del puente y el barco atracado que nos espera; y en vista de que la salida no está prevista hasta las seis de la tarde, nos vamos a comer a un italiano sito en la rue de Grenelle. En el «Angelo» comimos en un ambiente cercano y casi familiar con acento argentino e incluso guaraní. ¡Fantástico! Como dijo alguien, París siempre es una buena idea. Los ventanales del camarote nos permitirán una visión fantástica de las riveras incluso de noche.
La Nueve y la liberación de París 80 años después.
La Nueve compañía, formada por soldados de 14 países, estuvo compuesta también por exiliados republicanos españoles, que tras la derrota en la guerra civil española huyeron a Francia. La Novena compañía participó desde el primer día en la liberación de París. Tal día como hoy de hace ya 80 años, el 24 de agosto de 1944, La Nueve compañía entra en la capital francesa bajo el mando del general Leclerc. El júbilo en las calles fue inmenso, toda la población se lanzó a la calle tras cuatro años de invasión nazi. La historia después no hizo justicia a estos combatientes y les olvidó. Esta compañía también participó en operaciones en Alsacia y Normandía, por poner un ejemplo; los republicanos combatientes españoles lucharon con la esperanza de que después Francia les ayudaría en su lucha contra Franco, cosa que no sucedió y que por ello se sintieron traicionados especialmente por los anarquistas y comunistas. En la Novena Compañía, unidad especial a las ordenes de Leclerc, las órdenes se daban en castellano, se había reagrupado a a la mayoría de los españoles, hombres de la FAI, de la CNT, socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, todos luchando contra el fascismo. El 24 de agosto de 2004, el entonces alcalde de París Beltran Delanoe y la teniente de alcalde Anne Hidalgo, de origen español, nacida en Cádiz, iban a remediar ese olvido e inauguran una placa en un muro junto al Sena, en el quai Enri IV; la placa de mármol claro, está debajo de uno de los 12 medallones que marcan el recorrido de La Nueve. La placa tiene la siguiente dedicatoria: «A los republicanos españoles componente principal de la columna Dronne». La delegación española en este acto estaba presidida por el presidente del Senado Javier Rojo y dos ex combatientes tremendamente emocionados, el catalán Luis Royo de 83 años y el asturiano Manuel Fernández de 85. Los tanques que entraron en París llevaban nombres españoles tales como Madrid, Guadalajara, Gernika…
La Estirga y los Juegos Olímpicos.

Fotografía de Brasaïs.
La Estirga me espera, lo sé. Le he mandado una carta al jorobado para que se la lea una noche de estas. Le digo que no puedo ir, aunque me quedo con las ganas, pero que he visto por la televisión los barcos deslizarse por el Sena. El espectáculo era fascinante y el entusiasmo de los participantes contagioso. Pero lo más era el espíritu de hermandad de los distintos pueblos. Le digo que «me imagino que nadie como tú, desde esa atalaya privilegiada de Notre Dame, habrá visto ese desfile fluvial lleno de calor. Y el color propagarse, ondear por la suave brisa de las diversas banderas de todos los continentes, mientras oías la música volar por encima y por debajo de los puentes desde el de Austerlitz repujado en dorado. Le digo también «que me hubiera gustado tanto sentir la lluvia en la cara mientras acaricio tu lomo de piedra sin pulir, al tiempo que contemplamos, las dos, el galope de ese caballo metálico que flota sobre el agua como fuera del tiempo, ingrávido. Desde el parvis, vemos como las luces incendian el recorrido del Sena hasta el Trocadero. Y la Tour barriendo con haces de luz el cielo de París, mientras una voz prodigiosa hacía que la Piaf, el gorrioncillo, estuviera presente. Ella no podía faltar; tampoco esa lluvia tan parisina. Ni siquiera faltó que sonaran las campanas de Notre Dame, como cierre de esa noche llena de embrujo y que sonaran a rebato para anunciar que la restauración va viento en popa y que el ocho de diciembre de este año, Notre Dame volverá a lucir como la joya que es.
Las Caracumbas de París II




Las catacumbas de París se han puesto de moda entre los más jóvenes y sobre todo de anti sistemas que gustan de reunirse allí y citarse para celebrar actos que ellos convocan e incluso conciertos, según me han dicho. En el primer post ya expliqué que los cementerios de París se habían quedado pequeños y se aprovecharon los kilómetros de galerías de unas antiguas minas para crear esta necrópolis cuyas paredes está forradas por infinidad de huesos; en ellas encontramos pequeños altares, carteles donde se dice: «párate, aquí está el imperio de la muerte», o se señala la procedencia de parte de los mismos. En los mapas de la ciudad se señala la entrada a las catacumbas por si alguien se anima.
Picasso: «El entierro de Casagemas».

Esta obra pertenece al periodo azul de Pablo Picasso; en ella se plasma el dolor por la muerte de su amigo Carles Casagemas. Y se evidencia, por la arquitectura del lienzo, por la serie de personajes dolientes y por la separación terrenal y celestial del cuadro, un guiño a la obra de el Greco «El entierro del señor de Orgaz», más conocida como «El entierro del conde de Orgaz». No es de extrañar, porque el pintor malagueño, durante su extensa vida pictórica, ha tenido un diálogo permanente con las obras de los grandes artistas de otras épocas. Tuve la suerte inmensa de asistir a la extraordinaria exposición que se celebró entre octubre 2008 y febrero de 2009 en París, en el Grand Palais, llamada «Picasso y los Maestros». De dicha exposición, por ejemplo, recuerdo el cuadro de el Greco «San Martín y el mendigo», de entre todos los que Picasso estudio y recreó de los «maestros». Volviendo al «Entierro de Casagemas», la parte superior de esta obra que correspondería a lo celestial, Picasso la cierra con grandes pinceladas blancas sobre el azul y puebla su particular paraíso con dos niñas, unos desnudos y hasta un caballo blanco con jinete y figura desnuda de espaldas como un guiño a Chagall. Es evidente que el significado trascendente de la obra del Greco, desaparece en la obra de Picasso; en este sentido nada que ver entre el cretense y el malagueño.
El cielo en la Place Vendôme (París)

Y hablando de cielo, el de la Place Vendòme de esta fotografía no está nada mal,»pas mal» que dicen por allí. Esta plaza histórica de París está situada en el distrito I al norte del jardín de las Tullerias y al este de la iglesia de la Madelaine. Se llamó Place Vendôme por el hotel Vendôme que existía en el lugar. Durante la revolución francesa se llamó Place de les Piques, porque en ella se exhibían en picas las cabezas de los aristócratas y también place Louis le Grand y en sus orígenes place de les Conquetes. En el centro de la plaza se erigió una escultura ecuestre del Rey Sol, que fue destruida durante la Revolución Francesa. Su arquitectura se debe a Jules Hardouin-Mansart, arquitecto del Louis XIV. Los comuneros destruyeron esta escultura por representar el poder real y la tiranía; después Napoleón levantó en su lugar la actual columna dedicada a sus campañas bélicas por Europa a imitación de la columna de Trajano en Roma; para su construcción se fundieron los cañones capturados al enemigo en la batalla de Austerlitz. Napoleón aparece en su cima vestido a la romana. La columna es obra de los arquitectos Jacques Gondoin y Jean Baptiste Lepère. Para hacer los bajorrelieves se utilizaron 150 toneladas de bronce y fueron diseñados por Pierre Bergeret para narrar, en 76 escenas, las batallas napoleónicas. La altura de la columna es de 44 metros y declarada Monumento Histórico en 1992. A día de hoy la estatua de Napoleón no es la original, sino la que su tío Napoleón III encargó a Agustín Dumont, pues en 1814 fue sustituida por la bandera blanca de los Borbones. Una anécdota histórica es el hecho de que en dicha plaza murió Chopin en 1849 en una modesta dependencia del número 12. En la actualidad el lujo reina en la plaza. Las mejores joyerías están allí ubicadas, así como los lujosos hoteles Ritz y Vendôme.
La péniche en el Sena.

No me extrañaría nada que ya hubiera subido esta foto, porque me gusta mucho y me trae buenos recuerdos. La péniche (barcaza, gabarra, casa flotante… en sus múltiples usos) la he visto llena de carbón deslizándose por el Sena; como casa flotante, en primer plano, en la fotografía, con esa bicicleta apoyada en la chimenea, y esa sombrilla blanca que se ve al otro extremo. Y en paralelo, la isla de la Cité, donde por las noches la gente joven hace botellones sentados en el suelo en el quai des Orfèbres, después, eso sí, de saludar a la estatua ecuestre del «Vert Galant» (Enrique IV); al otro lado amarran «les vedettes», que hacen las delicias de los turistas. Arriba «La Samaritaine», imponente, y «Le Pont Neuf» tan bonito como siempre con sus «balcons» en semicírculos. «Le Pont Neuf», a pesar de su nombre es el más antiguo de París, construido entre 1578 y 1607, es declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1991.
«En el quai»

EN El QUAI
(II)
Dentro del sueño
soy una Ofelia sin belloritas
sin adornos vegetales;
me dejo ir casi desnuda,
entre las aguas
solo con piedras
en los bolsillos transparentes.
Del libro «Poemas de Nina» de Bárbara G. Carpi





