Aquel pájaro trazó un circulo en el cielo. Después desapareció hacia la derecha extendiendo las alas, planeando sobre el tejado rojo, sobre la cúpula de ladrillos cuya la campana volteó a las doce; su sonido sobresalto a los gorriones que salieron volando en todas direcciones. Pero aquel pájaro siguió el rumbo trazado en el mapa azul, limpio de nubes. Y siguió sobrevolando el río que sinuoso discurría por entre los cañaverales, dejando atrás el tejado rojo, la cúpula y la campana. Aquel pájaro negro, por fin, se posó sobre el sombrero de paja del espantapájaros y grazno aliviado.
El pájaro tenía su rumbo claro, ir al espantapájaros para salvarse. Qué ironía, querida Bárbara. Un abrazo.
¡Que amable eres con «mis relatos cortos»! Pero me alegro tanto de que te gusten… la ironía es un arma estupenda, jajaja. Gracias, guapísima.