
Foto Aurelio Serrano Ortiz.
De vuelta a la playa de San Juan y al reencuentro con el pinsapo. Ahí está como siempre, altivo, enorme, silencioso en la noche, iluminado por la luz del hotel y por la Luna que enmarcan unas nubes. Y él, su copa, le hace la competencia a nuestro satélite queriendo subir más y más alto en el cielo.
Al final de la última novela de Victor Hugo (El noventa y tres), se puede leer: «El azul del firmamento, la blancura de las nubes, la clara transparencia del agua, el verdor de la hierba y el follaje que recorría esa armoniosa gama que va del verde de mar al verde esmeralda, los fraternales grupos de árboles, las sábanas de césped, los prados profundos; todo tenía esa pureza que es el eterno consejo de la Naturaleza al hombre«.
La toma que has hecho del pinsapo a la luz de la luna, es esplendorosa. En casa tuvimos un pino limón. Una colina llena de pinos ocote o azteca es increíble. Si pudiera contemplar junta su exuberante variedad, sería como un vuelo eterno.
Desde el punto de vista bíblico, el monte o la montaña, representa un lugar espiritual.
Un abrazo con el emblema Pinus por esencia, querida amiga.
Muchas gracias, querido amigo por tu hermoso y lirico comentario. El amor que sentimos por la naturaleza y el respeto por ella es algo que compartimos. Y aunque vivimos tiempos convulsos es ahí donde uno se siente más en paz y más uno mismo. La belleza que encierra este mundo físico es tan increíble, tan maravillosa que a veces conmueve hasta las lágrimas.
Un abrazo enorme a través del mar.