Luz de gas.

En la mecedora, debajo de la higuera, contaba los higos. Este año la cosecha iba a ser de campeonato. Mientras me mecía hacia adelante y hacia atrás me descontaba y volvía a empezar. Me da lo mismo, no tengo nada que hacer; las lentejas las hice la víspera y la ensalada se refrescaba en la nevera. Hacía calor, un calor pegajoso de julio. Las abejas o las avispas, no las distingo, zumbaban sobre las flores de las lantanas, de diminutas flores amarillas y lilas que Margalida deshacía en sus pequeñas manos regordetas. La niña de los vecinos venía a la salida del colegio y se sentaba en los sillones rosa del salón porque le gustaban, así, rosas. Un mosquito me rozó la oreja y me sobresalté al oír el zumbido. Odiaba los mosquitos. Miré hacia arriba, porque el gato de los vecinos de enfrente se paseaba como Pedro por su casa sobre el tejadillo de… Me iba amodorrando con el balanceo, el calor, sudaba y rememoré, me acordé de la película que vi ayer por la noche, donde la Bergman tan guapa y… me di cuenta de repente, como un mazazo, de que Julián, mi Julián me estaba haciendo, también, luz de gas.

3 pensamientos en “Luz de gas.

  1. Me has trasportado a esa mecedora que estoy sintiendo el calor en mi piel. No sabe tu Julián lo inteligente que eres. Precioso relato, amiga. Un fuerte abrazo.

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