
El reloj de péndola dio las ocho cuando cerró la puerta de un portazo. «No habrá encajado», pensó bajando ya la cuesta, «Y qué más me da», al tiempo que se abrochaba el abrigo. El sol se asomó por encima del pequeño puente. El río, manso como un cordero, le pareció una broma. Su rabia se estrelló contra el pretil de hierro y la gaviota planeó rompiendo la orilla como la sangre en su sien y se escondió en el recodo cuando, al otro lado del puente, Martín y su burro subían despacio. De su pecho brotó un suspiro de resignación. «Qué», le dijo Martín al pasar, «¿otro día como Virginia?» y ella «¡Vete a la mierda!». El burro rebuznó cuando ella le lanzó una piedra que sacó de sus bolsillos…
Sólo el burro rebuznó?
Precioso texto. Un abrazo, amiga.
A veces los humanos lo hacemos más y mejor. Muchas gracias, querida Azurea. Celebro que te haya gustado. Un abrazo grande.
Muy buen texto y muy bonitas frases, me encantó esta especialmente «y la gaviota planeó rompiendo la orilla como la sangre en su sien»
Un abrazo 🌷
Me alegra mucho saber que te ha gustado. Muchísimas gracias, eres muy amable y tan sensible como gran poeta, Un abrazo grande.