
Lobo Lunar, cuando no estaba aullando a la Luna, dormitaba en la lobera. Pero aquel final del mes de marzo algo inconfundible vino a turbar la paz de aquellos riscos y la piel se le erizó bajo el abundante pelo gris canoso. Con las garras se aferró a la roca, alzó la cabeza y, después de observar el valle, comenzó a oír un estruendo que le heló la sangre. Cientos de tambores retumbaban por el valle y un color de sangre vestían los antes labriegos con ropas que escondían los pies que arrastraban cadenas. Por encima de las cabezas, unos gorros altos, largos y puntiagudos que, también, ocultaban el pelo y la cara toda. Lobo se estremeció mientras el ruido crecía y crecía como una ola y echó a correr con el rabo entre las patas buscando cobijo en la lobera. Mientras mascullaba: «mierda, mierda, todos los años lo mismo».
Buen día Bárbara. 💐
¡Buen día, guapísima!
Buen día Bárbara.💐
Algo de Lobo Lunar debo llevar en mis genes, Bárbara, pues la semana última la pasé refugiado en lo más profundo de mi lobera tratando de resolver un puzle formado por miles y miles de rectángulos de papel de colores. ¡Mierda, mierda!
¡Pobrete! Esto te pasa por dedicarte a la filatelia y menos mal que, en el fondo, te gusta y te lo pasas bien. Por otro lado, tu lobera, que yo sepa es un refugio estupendo para casos, como esta semana pasada, en la que las calles estaban invadidas por penitentes, tambores y saetas…