Lobo Lunar en enero.

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En el risco, Lobo Lunar, esperaba expectante; miraba hacia el cielo, eran ya las 14,54 del 25 de enero. La luna envuelta en la niebla se dejó ver; era una luna llena preciosa. Lobo Lunar esperó aún más. Sabía que hasta las 18,54 no se vería en todo su esplendor, con total nitidez. Oyó a lo lejos a la manada que no hibernaba; los lobos no lo hacen como otros animales lo hacían, de modo que campaban a sus anchas, no temían a ningún otro animal en esta estación fría. Lobo Lunar, viejo ya, se había separado hacía tiempo de la manada y vivía en soledad, apartado de todos sus congéneres. Los lobos, pensó, no aullamos solo de hambre, aullamos a la luna y esta era su luna, la Luna del Lobo, la de enero, la primera del año; también le llamaban Luna Fría, Luna del Hielo o Luna de la caza del Oso. Pero para mí esta luna es la del Lobo, la mía, la mía por excelencia. Y a las 18,54 en punto le aulló con todas sus ganas, con todas sus fuerzas por algo era la Luna del Lobo.

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