Frente a la Pirámide.

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Foto Bárbara.

Como un flanêur volvía de un paseo errante por el Sena. Me dejaba ir cuando la noche inundaba los puentes de luces estrelladas; el río circulaba manso, oscuro y las guedejas de verdes ramas se hundían en el agua. En los ojos, la brisa ligera era como la caricia del sauce llorón, que se balanceaba detrás de Notre Dame. Los gatos negros se escondían en los portales para maullar sin estridencias, La noche se estremecía cuando llegué al Louvre y me rendí frente al cristal oriental. Sentada en aquel banco de piedra, tuve que reverenciar a aquella luna llena que inundaba la plaza. Nadie y la Luna. Oscuridad enfebrecida. Sola para grabar aquel instante eterno. Sola ante la belleza del instante único.

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